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Hoy es la nueva era. Hoy es tu presente.

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En este preciso momento, el mundo nos ofrece tantas paradojas cósmicas como seres humanos lo habitan. Claro que hay noticias terribles, y claro que a veces sentimos que el mundo se nos viene abajo. En esta era donde las redes sociales ya no son (o no deberían ser) escaparates vacíos, sino espacios para compartir lo valioso y lo propio, yo quiero compartir lo digno y lo humano . Vengo aquí a recordarte algo sencillo y profundo: lo que consumimos con nuestra mente, en silencio, con nuestros ojos, eso mismo es lo que luego reflejamos en nuestra vida. Y no sé si lo sabes, pero creer que porque “miras sólo lo que te interesa” en redes sociales estás a salvo, es un espejismo. Hay una enfermedad llamada desconexión. Y puede entrar suavemente mientras creemos estar informadas o entretenidas. Por eso seamos delicadas con nuestros hábitos. Controlemos ese impulso de buscar satisfacción mirando sin mirar, para calmar la ansiedad. Seamos responsables con lo que miramos, con lo que compar...

Yo soy el poder

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Yo tengo la fuerza Yo soy el poder. Yo tengo el valor dentro de mi corazón. No necesito más. Como cantaban en Nubeluz , desde esa alegría infantil que a veces olvidamos: “No necesito nada mas que mi valor” Y sin embargo, ¿cuántas veces esperamos el momento perfecto, como si la vida fuera un ensayo eterno? ¿Cuántas veces no tomamos las oportunidades que están ahí, esperando ser abrazadas? ¿Cuántas veces damos consejos que no usamos para nosotras mismas? Este es un manifiesto. Una invitación a mirar la vida con virtud. A dejar de necesitar oscuridad y realidades tenebrosas para justificar nuestra conexión con la luz. A dejar de fingir que el camino espiritual es una colección de pruebas impuestas por otros. Es importante aprender sobre los chakras, entrar en el Tao, comprender el karma. Tarde o temprano, si tienes suficiente osadía, empezarás a sentir tu Dharma arder en el plexo solar. Y entonces, los colores te hablarán de ti. Y los panaris (esas heridas pequeñas pero reveladoras) comen...

No es falta de deseo. Es exceso de silencio

Cuando el cuerpo habla, y el alma pide volver al amor que somos. A veces no es que no tengas ganas. Es que estás inflamada de tanto tragarte palabras. Tu cuerpo se cansa de sostener lo que callas. Y tus hormonas, sabias, se desconectan para protegerte. Te dan una tregua. Te susurran: “Ya no podemos más si no nos escuchas.” Y tú… te apagas. Poco a poco. Dejas de moverte como antes. Dejas de cantar en la ducha. De tocarte. De crear. De reír con esa carcajada tuya, la que nace desde el vientre. Pierdes el brillo. El impulso. La curiosidad por la vida. Y lo peor: te culpas. Porque te enseñaron que si algo no funciona, eres tú. Que tienes que adaptarte, ser fuerte, seguir adelante. Que el enojo no se ve bien. Que no puedes decir “no” sin parecer egoísta. Pero la verdad es otra. Tu deseo no está roto. Tu alma no está perdida. Estás sobreviviendo en un sistema que te pide que no sientas. Y eso, hermana, duele más que cualquier herida física. Tu cuerpo grita lo que tu voz no se atrevió a decir...

Mujeres que vuelan alto y no miran atrás

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Hermana: Esta carta es para ti, que viniste a este mundo a equivocarte con elegancia. Que cambiaste de país, de idioma, de piel, de amante, y sigues teniendo el mismo par de ojos intensos con los que miras al mundo como si cada día fuera el primero. Esta carta es para ti, que sabes lo que es comenzar de cero con estilo , con las uñas rotas, la fe perdida y el corazón remendado con hilo rojo. Y aun así, sonríes en el espejo con descaro, como diciendo: “No sé cómo se hace, pero igual lo hago.” Porque eso hacemos. Las mujeres que vuelan alto. No pedimos permiso para soñar. Tampoco pedimos instrucciones. Improvisamos, lloramos, renacemos. Tenemos el alma tatuada con nombres que ya no están, con mapas de ciudades que no aparecen en Google, con palabras que nos inventamos para sobrevivir. Somos las que viven lejos y quieren de cerca. Las que aman profundo, pero también saben soltar. Las que quieren una familia, pero también la libertad. Las que no saben si su alma e...